El iceberg de la violencia doméstica
Investigadores de la Universitat de València analizan el entorno de la agresión
MAGDA R. BROX Valencia7 AGO 2009
Considerada una conducta que se circunscribe al entorno privado, la violencia doméstica se denuncia todavía con muy poca frecuencia. Lo corroboran los datos de la última macroencuesta del Instituto de la Mujer: el 3,6% de las mujeres residentes en España mayores de 18 años declaró haber sido víctima de malos tratos por su pareja, pero sólo 62.700 mujeres presentaron denuncia (alrededor del 10%). ¿Qué pasa con el resto?
El catedrático y director de la Unidad de Investigación Familia e Intervención Social de la Universitat de València, Enrique Gracia, lleva años investigando el problema. Y hace hincapié no tanto en los casos extremos de violencia (las asesinadas, desgraciadamente, se conocen) sino en los casos que no se denuncian. Para explicarlo elige la metáfora del iceberg: “Al no ser denunciados, la mayoría de los casos de violencia doméstica, tal como sucede con la parte sumergida del iceberg, son supuestamente invisibles para la sociedad, pero ¿realmente son invisibles?, ¿nadie oye nada?, ¿nadie ve nada?”.
Las razones por las que una mujer no denuncia obedecen a diversos factores y hay muchos estudios al respecto, por eso, este catedrático prefiere “ampliar el horizonte” y se pregunta por las actitudes y la respuesta del entorno social de agresor y víctima, un entramado muy complejo integrado por familiares, amigos, compañeros, vecinos, instituciones y hasta profesionales (policías, profesionales de la salud, etc.) que generalmente ha recibido muy poca atención, a pesar de que podría desempeñar un importante papel tanto en la mejor comprensión como en la prevención del problema.
El catedrático de Psicología Social resalta algunos datos preocupantes acerca de la violencia doméstica. “Hay datos del Centro de Investigaciones Sociológicas y de recientes Eurobarómetros que ponen de manifiesto que el 11% de personas conoce a alguna mujer maltratada en el lugar de estudio y trabajo, el 18% a alguna en el vecindario y el 19% en su círculo de amigos o amistades”, pero lo más sorprendente, añade, es que según un estudio de Comisión Europea “el 46% de los ciudadanos considera que la conducta provocativa de las mujeres es la causa de la violencia que sufren, y no hay grandes diferencias entre lo que piensan ambos sexos”.
El especialista argumenta que existen “caldos de cultivo” caracterizados por una mayor tolerancia de la violencia y que pueden incrementar el riesgo de que una mujer se convierta en víctima de malos tratos. Es el caso, por ejemplo, de las comunidades y entornos sociales desestructurados. Estos espacios más tolerantes hacia la violencia podrían ser parte de la explicación de las elevadas tasas de violencia sufridas por las mujeres inmigrantes. Un colectivo que, a pesar de ser un grupo minoritario con respecto a la población española (alrededor del 10%), constituye cerca de un tercio de todas las denuncias y sufren un porcentaje mayor de asesinatos (aproximadamente el 40% de las mujeres muertas por violencia de género).
Con respecto al papel que desempeña el entorno social de la víctima, desde la unidad de investigación que dirige el profesor Gracia se ha comprobado que la respuesta preferida o más común en la población general es la de mediación frente a la denuncia. También forman parte de este contexto social diversos colectivos profesionales. Por ejemplo, las mujeres maltratadas atendidas con frecuencia en los servicios de urgencia hospitalarios. Sin embargo, “los índices de detección de violencia doméstica en estos servicios siguen siendo muy bajos”.
La policía también integra el entorno social de la víctima. En la mayoría de las situaciones de violencia de género, la policía es la puerta de acceso de las víctimas al sistema judicial. Por ello, su actitud es un elemento central en la efectividad y calidad de las intervenciones, en la predisposición de la víctima a denunciar y en la prevención de futuros incidentes. Los investigadores de la Universitat de València apuntan que “es necesario transmitir tanto a los policías como al resto de colectivos profesionales próximos a la intervención un mensaje de tolerancia cero ante la violencia doméstica”. Para ello, habría que realizar un importante esfuerzo en la formación de los profesionales.
Pero además de todo esto, las políticas de prevención e intervención necesitan incluir medidas destinadas a incrementar las respuestas públicas intolerantes contra la violencia reforzando la idea de que el círculo social que rodea a las víctimas (y también al agresor) tiene una importante responsabilidad en la protección y ayuda de las mismas. Para Gracia, “faltan recursos tanto a nivel estatal como autonómico”. Dice que se han articulado algunas medidas como la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, pero es necesario dotarlas de presupuesto. En este sentido, destaca la situación de un programa para reeducar maltratadores surgido en la facultad de Psicología de la Universitat y que subsiste, sin ningún tipo de ayuda pública, gracias a la filantropía de los voluntarios y la institución académica, que cede el espacio. Desde 2006, el programa dirigido por la profesora Marisol Lila, ha atendido a más de 200 agresores.
Gracia insiste en que no basta. “Es necesario propiciar un cambio social, que el iceberg cambie de latitud y con la elevación de las temperaturas, se derrita”, concluye.
Datos llamativos
– En el trabajo: El 11% de las personas conoce a alguna mujer maltratada en el lugar de estudio y trabajo.
– En el vecindario: El 18% conoce a alguna mujer maltratada entre sus vecinos.
– Entre los amigos: El 19% conoce el caso de alguna mujer maltratada en su círculo de amigos o amistades.
– Sobre la conducta: El 46% de los ciudadanos considera que la conducta provocativa de las mujeres es la causa de la violencia que sufren.
http://elpais.com/diario/2009/08/07/cvalenciana/1249672690_850215.html