Unos padres matan a su hija rociándola con ácido en Pakistán
El padre de la fallecida, una niña de 15 años, sospechaba que le gustaba un chico
Esta forma de violencia machista causa 1.500 víctimas anuales en una veintena de países
Un matrimonio ha matado a su hija de 15 años rociándola con ácido porque el padre sospechaba que le gustaba un chico. Sucedió a principios de esta semana en una comarca remota de la Cachemira paquistaní, pero no se conoció hasta este jueves, cuando la policía detuvo a los padres e informó del delito. El incidente vuelve a poner de relieve una forma de violencia machista especialmente repugnante que causa 1.500 víctimas anuales en una veintena de países. Su prevalencia en Pakistán quedó reflejada en el documental Saving Face, ganador del Oscar de este año.
“Los padres han confesado; sospechaban que la chica tenía relaciones ilícitas con un chico”, declaró Raja Tahir Ayub, un oficial de la policía de Khoi Ratta, citado por la agencia France Presse. “Hemos abierto una investigación por asesinato contra Mohammad Zafar y su esposa”, añadió. Khoi Ratta es la comarca de Cachemira en la que se localiza Saidpur Bela, la aldea de los Zafar, a apenas un centenar de kilómetros al este de Islamabad en línea recta, pero a casi un día de coche debido a las dificultades de acceso.
Ayub explicó a la BBC en urdu que el padre montó en cólera cuando vio a su hija Anusha “mirando a dos chicos” que pasaban en una moto delante de su casa, el pasado lunes. Estaba convencido de que la muchacha tenía contacto con uno de ellos. Según otro relato, incluso les habría sorprendido hablando. En cualquier caso, un grave desliz para la estrecha mentalidad patriarcal que predomina en las zonas rurales de Pakistán, donde el subdesarrollo y la falta de educación hacen que prevalezca una moral más propia del Medievo que del siglo XXI. Que una mujer rechace casarse con el candidato elegido por sus padres, o se relacione con alguien que no hayan aprobado, se considera una deshonra para la familia.
“Zafar metió a su hija en casa, la golpeó y entonces la roció con ácido ayudado por su esposa”, relató el policía. Pero a pesar de las graves quemaduras que le causaron, los padres no la llevaron al hospital hasta el día siguiente. Anusha murió esa misma noche, según ha confirmado el director del centro, donde ingresó “en estado crítico”, con quemaduras en el 70% del cuerpo. “No había forma de que hubiera sobrevivido”, ha dicho el médico.
Sin embargo, ese no suele ser el final. Según Acid Survivors Trust International (ASTI), una ONG que trabaja para acabar con este tipo de agresiones, el ácido “raramente mata, sino que causa graves cicatrices físicas, psicológicas y sociales”. Sus víctimas, una media de 1.500 anuales -el 80% de ellas mujeres- en una veintena de países, quedan desprotegidas “sin recurso legal, escaso acceso a asistencia médica o psicológica y sin medios para ganarse la vida”. Aunque ASTI asegura que se trata de “un fenómeno mundial que no se circunscribe a una raza, religión o zona geográfica particular”, Pakistán, con dos centenares de mujeres desfiguradas cada año, comparte el nefasto palmarés con otros países de la zona como Bangladesh, Afganistán, India y Nepal.
La gravedad del asunto hizo que la Asamblea Nacional endureciera el año pasado el castigo por ese delito. Ahora los culpables se enfrentan a una pena mínima de 14 años de cárcel. Otra cosa es que las mujeres lleguen a sentarles en el banquillo en una sociedad donde se las considera propiedad de los hombres (el padre, primero, y el marido, después), y en la que los responsables policiales y judiciales suelen interpretar la violencia vinculada a las ofensas de honor (reales o percibidas) como un asunto privado de las familias. Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, 943 mujeres murieron el año pasado a causa de los mal llamados crímenes de honor, un centenar más que en 2010.
Los ataques con ácido responden a la misma mentalidad machista. Aunque menos frecuentes en Cachemira que en otras regiones paquistaníes, dice mucho de su aceptación social que el hospital estatal de Kotli no denunciara los hechos nada más ingresar a Anusha. La investigación solo se inició cuando una hermana mayor y casada de la niña llamó a la policía el miércoles y pidió que aclarara lo ocurrido. La mujer empezó a sospechar cuando sus padres no permitieron que los asistentes al funeral vieran la cara de la muerta antes de su entierro, una práctica habitual en la zona.