¿Por qué los machistas no dejan de matar?
Las mujeres asesinadas por sus parejas se incrementan pese a la batería de leyes y las campañas de prevención – Los expertos no logran descifrar por qué la violencia de género parece imparable
En este instante, entre 20 y 25 hombres acarician la idea de asesinar a su mujer en España, según explica con toda crudeza el delegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente. Son hombres que probablemente se levanten y se acuesten al lado de su pareja pensado “de hoy no pasas”, que busquen el modo de sortear las órdenes de alejamiento, planeen cómo acuchillarla, asfixiarla, pegarle un tiro, atropellarla, envenenarla. Incluso algunos suelen decirlo con una chulería pasmosa cuando el telediario da cuenta del cadáver de otra mujer. “Así vas a acabar tú, a donde yo voy se sale, pero a donde vas tú, no” -frase extraída de un caso juzgado-. Lo peor es que muchas de ellas, tras el proceso de aniquilación total que supone el maltrato, están indefensas y atenazadas por el miedo y no son conscientes del riesgo. No creen, no pueden ni quieren creer, que no es una bravuconería más, que no las están amenazando sino informando. Ellos no están locos, no es el alcohol ni las drogas ni el estrés, no son crímenes pasionales. Es violencia de género.
Según las encuestas y estadísticas que maneja la delegación que dirige Lorente, unas 400.000 mujeres sufren maltrato al año en España, 120.000 se atreven a denunciar y 70 mueren. Año tras año, con ligeros aumentos o descensos. Y la ley integral, que entró por completo en vigor en junio de 2005, no parece capaz de revertir estas cifras. Incluso este año parece que aumenta: 42 víctimas mortales, 12 más que en 2009, un año que, aunque suene macabro, fue excepcionalmente bueno, al concluir con 55 asesinadas. Produce desazón comprobar que en el mismo periodo de 2003, dos años antes de la puesta en marcha del texto legal con el que el Gobierno espera cortar la sangría y el primero de la estadística oficial, se contabilizaban 43, una más. Con todo, el peor año a la altura de julio fue 2007, cuando 45 hombres se llevaron por delante a sus parejas, registro que se puede superar si se confirman cuatro casos más que Igualdad tiene en estudio. Otras fuentes, como la Fiscalía para la Violencia contra la Mujer, elevan la cifra actual a 45 y la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a Mujeres, a 57.
¿Cuáles son las causas de este aumento?, ¿puede estar detrás la crisis, culpable de casi todo? No parece. En 2003, la economía crecía a un ritmo del 3,2% con un paro del 9% y el número de víctimas era el mismo. A Ángela Cerrillos, abogada y presidenta de la asociación de mujeres juristas Themis, le resulta “simplista” como explicación, aunque otros expertos no descartan cierta influencia difícil de cuantificar, como Consuelo Abril, presidenta de la Comisión para la Investigación, para quien un maltratador en paro y en casa “supone un problema añadido”. “No cabe duda de que los problemas económicos tensan emocionalmente y de que el maltratador siempre descarga su frustración en la mujer, tanto más si esta es mayor”, reflexiona. También Lorente lo considera plausible, ya que la crisis es “un factor estresante”, aunque “no existen datos” que respalden esta impresión porque “aún no está analizado”. Lorente apunta sin embargo que “en ninguno de los casos con resultado de muerte hasta marzo pasado el agresor estaba desempleado”.
Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, no cuestiona que “la ausencia de trabajo puede generar estrés” pero “los ricos también pegan”, por lo que la “crisis no es la razón”. De igual modo piensa la socióloga Cecilia Caballero, fundadora de la Comisión y responsable de servicios sociales de Fuenlabrada (Madrid): “No es un factor relevante ni desencadenante porque a las personas normales la crisis les deprime y les agobia, pero no por ello pegan a su pareja. Es como plantear que la ola de optimismo que nos invadió por el Mundial va a repercutir en una bajada de las agresiones”. A su juicio, “no se trata de un comportamiento coyuntural sino que está muy arraigado en la cultura, el maltratador lo es con crisis y sin ella”.
Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio de Violencia sobre la Mujer, admite que “no hay datos suficientes al respecto” pero añade que “la mayor dependencia económica de la mujer” puede estar influyendo, opinión que comparte Lorente, quien cree que las mujeres pueden estar aguantando más y denunciado menos “porque viven con la percepción de que les será más difícil salir adelante”.
Al margen de la coyuntura económica, otro de los sospechosos habituales es el efecto contagio, con el que están de acuerdo todas las fuentes consultadas, aunque a renglón seguido subrayan la importancia de los medios en la toma de conciencia del problema y en el aumento de la sensibilización, por lo que piden con vehemencia que sigan hablando, y mucho, de violencia de género, aunque con un cambio de enfoque, que reduzca la información de los casos concretos y aumente la que se ofrece sobre las consecuencias para el maltratador en forma de rechazo social, sentencias o cárcel. “El tratamiento debe ser serio, riguroso y no morboso”, aconseja Montalbán.
Analizando los datos, el 70,2% de los casos de 2010 se han producido dentro de los tres primeros días posteriores a un crimen, cuando esta misma ratio el año pasado era del 55%. Y no solo se concentran en el tiempo, también en el espacio, por ejemplo en Salt (Girona), donde no se recordaba ningún caso en 15 años y se produjeron dos en una semana. Lorente matiza que “nadie que no estuviera ya pensando en matar va a hacerlo por verlo en televisión, pero sí ayuda al que ya es un potencial asesino a identificarse, a reforzar sus convicciones, a visualizar objetivo y consecuencias, a decidir cuándo y cómo”.
Todas las voces admiten, al principio o al final de la conversación, que los factores son múltiples, complejos, difíciles de analizar, pero Soledad Cazorla, fiscal delegada para la Violencia contra la Mujer, lo hace con una sinceridad y contundencia aplastantes: “El que quiere matar mata con crisis, sin crisis, porque le has dicho que sí, porque le has dicho que no, y porque las lentejas estaban frías”. Cazorla reclama “menos intuiciones y menos mensajes no suficientemente afianzados en estudios”. “Seamos sensatos, admitamos que no tenemos la respuesta y que lo único incontestable es que los casos más graves no se denuncian. Preguntémonos por qué”.
Aunque el 23,8% de las mujeres muertas este año había denunciado y el 16,7% incluso tenía medidas de protección, lo cierto es que la gran mayoría no acudió a la justicia y el número de denuncias está cayendo.
A pesar de las campañas y de los mensajes institucionales, en el primer trimestre se presentaron 32.492 denuncias, un 3,46% menos que en el mismo periodo de 2009. ¿Cuál es la causa? Los consultados apuntan a la polémica de las denuncias falsas, que ha hecho un daño terrible. “Es un mensaje que refuerza al maltratador en sus convicciones y que deja a la víctima todavía más indefensa, porque se convence de que no la van a creer”, explica Lorente. “La mujer se siente también maltratada en el estrado, porque se la interroga como si fuera culpable y no víctima, porque está llegando a la conclusión de que las denuncias acaban archivadas”, añade Del Campo.
Todas las fuentes apuntan a algunos jueces que absuelven al maltratador porque una mujer universitaria no da el perfil de maltratada, porque no sonó convincente o no lloró lo que el juez esperaba. Pese a todo, la justicia es la única vía eficaz.
“Solo quieren que sus maltratadores las dejen en paz, pero tienen que entender que el único modo de terminar con la violencia es recurriendo a los tribunales”, reflexiona Cabeza Tébar, directora del Servicio Integral de Atención y Acogida de Jaén, dependiente de la Dirección General de Violencia de Género de la Junta de Andalucía.
La mayor parte de los expertos consultados destacan también entre las causas de la persistencia de las cifras al neomachismo o el posmachismo, es decir, la “reacción violenta y sobreactuada” de los sectores más recalcitrantes “al ejercicio de los derechos de la mujer”, en palabras de Abril. También apuntan otros dos fenómenos que es necesario analizar: el aumento de las víctimas inmigrantes (el 38,1%) y su creciente juventud (el 16,7% tenía entre 21 y 30 años). “Ojo con cómo se perpetúan roles de sometimiento que creíamos desterrados”, alerta Cazorla, a lo que Cerrillos añade con tristeza que no solo las hijas aguantan lo mismo o más que sus madres, sino que “las nuevas tecnologías aportan mayores sistemas de control”.
De todos los tipos de asesinos, Lorente recuerda que el maltratador “es comparable al terrorista suicida” porque justifica su acción en una causa mayor, la lleva a cabo con crueldad y no le importan las consecuencias. Ante semejante perfil, el endurecimiento de las penas no tiene el efecto inmediato deseado y son necesarias otras medidas que exigen las asociaciones, como más presupuesto y el completo desarrollo de la ley.
La clave, desgraciadamente a largo plazo, está en “la igualdad, la educación, la prevención, la concienciación y la implicación de la familia, los amigos y el entorno”, subraya Cazorla. Pero a las 42 mujeres que han muerto en lo que va de año probablemente nunca les explicaron, como a otras muchas, que el mayor riesgo potencial que tiene una mujer de morir asesinada no está en la calle, sino en su casa y a manos de su pareja.
Más mayores, sin denuncia y conviviendo
No hay un perfil cultural, económico, sociológico o psicológico de la maltratada como tampoco lo hay del maltratador, extremo en el que coinciden todas las fuentes consultadas. Sin embargo, sí se observa un cambio de patrón en las circunstancias que concurren en los 42 asesinatos contabilizados por Igualdad en lo que va de año.
Una aplastante mayoría no denunció -el 76,2% este año frente al 65,5% el año pasado, más de 10 puntos de diferencia-, son más mayores -el 83,4% de las asesinadas en 2010 tiene más de 31 años frente al 72,4% de 2009-, convivían con sus agresores -69% y 51,7%- y aumentan las víctimas inmigrantes -38,1% y 27,6%-. Se trata, según la delegación de Violencia de Género, de mujeres que llevan “más años viviendo con sus agresores, más expuestas a la violencia y que no son conscientes del riesgo”. No se llega ni a producir la ruptura, cuando amenazan con irse el hombre estalla para impedírselo. “Se ha producido un cambio de percepción en el maltratador, que se siente más vulnerable porque sabe que la sociedad está con la víctima, que una denuncia tiene consecuencias y que, una vez que la haya presentado, le será más difícil acercarse a ella”.
El mensaje a las mujeres en esta situación es claro: “Que nunca piensen que porque lleven mucho tiempo sometidas a violencia psicológica o física de baja intensidad no se va a volver más grave”. En primer lugar deben asesorarse -en el 016, número gratuito del Gobierno, el también gratuito 900 100 009 de malostratos.org o el 91 441 85 55 /60 de la Federación de Separadas y Divorciadas- y después, denunciar.
http://elpais.com/diario/2010/08/02/sociedad/1280700001_850215.html