De la violencia de género a la “violencia familiar”
La nueva ministra de Sanidad recibe las primeras críticas por su cambio de denominación de las agresiones machistas
Las palabras importan: nombran las cosas. Y la primera nota de prensa sobre violencia machista de la flamante ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, se estrena con un cambio de términos. Al repudiar la primera muerte bajo su mandato de una mujer a manos de su marido, el comunicado oficial del ministerio atribuye el crimen a “violencia en el entorno familiar”. Las críticas han arreciado por no utilizar el término “violencia de género”, que es el que consagró la ley integral de 2004 pese a las reticencias de la Real Academia Española, que sigue sin incluir esta acepción. Y es que no son sinónimos.
La reacción ha sido inmediata. Desde el PSOE y los sectores feministas, en las redes sociales o los micrófonos y empezando por su predecesora en el cargo, Leire Pajín. Pidió a Mato que siga empleando el término “violencia de género”. “Las palabras no son neutras”, le advirtió. Si a Bibiana Aído le persiguió el término “miembras” desde su debú como titular de Igualdad, a Mato puede pasarle algo parecido si persevera en el apellido “familiar” para estas agresiones: la oposición, al menos la socialista, no va a dejar pasar ni una.
La ministra ha replicado negando la mayor: “No hay ningún cambio de terminología”. Pero lo hay: violencia familiar es un concepto más amplio y menos concreto –incluye a un progenitor que mate a su hijo, por ejemplo-. Género, en cambio -y a tenor de la propia ley-, define la violencia, basada en el dominio y la desigualdad, que sufre la mujer a manos de un hombre con el que tenga o haya tenido relación afectiva.
El término, puesto de largo por Naciones Unidas en la cumbre de Pekín de 1995, alude al papel social de las mujeres, a la construcción cultural en torno a ello –con la desigualdad que entraña-. Lo defienden a capa y espada las organizaciones feministas. Violencia de género es, pues, la que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo, por el lugar desigual que ocupan en las sociedades. En la norma aprobada por unanimidad en 2004, se apostó por este término –aunque limitado a las relaciones afectivas, no incluye, por ejemplo una violación por un desconocido- y se define así: “Se trata de una violencia que se dirige a las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
“Violencia machista, o violencia de género, o violencia doméstica; da igual el nombre. Al final es un asesinato”, ha dicho Mato, según Efe.”Lo importante no es el nombre. Lo importante es que todavía hoy muchas mujeres mueren a manos de las personas que en teoría más deberían quererlas”, añadió.”Vamos a seguir trabajando para que no haya ni usa sola mujer, ni una sola persona, que muera a manos de personas de su entorno”, concluyó.
Aunque el programa electoral del PP incluye por tres veces el término “violencia de género”, no es muy del gusto del partido del Gobierno, como tampoco lo fue de la Real Academia, que incluso propuso al Ejecutivo socialista cambiar la denominación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género para que fuera de “violencia doméstica” -un término que rechazan las organizaciones feministas-. Una norma que el PP quiere modificar “adaptándola a la situación actual y reforzando los mecanismos de protección” para incluir a los menores, según su programa.
Las palabras nombran. Y sus cambios -u omisiones- son relevantes. Mato se estrenó como ministra con un compromiso en pro de la sanidad “universal”, pero en ningún momento añadió “gratuita”. El paso siguiente ha sido considerar que los nombres de la violencia no importan.