Ofrendas fotográficas contra el femicidio. Archivo por la no violencia a las mujeres

Mane Adaro[1]

 

El 7 de marzo se inauguró en el MNBA (Santiago, Chile), el catalogo resultado del proyecto: Ofrendas fotográficas contra el femicidio. Archivo por la no violencia a las mujeres. El proyecto, organizado y curado por las fotógrafas, Gabriela Rivera y Andrea Herrera,  tuvo como objetivo principal crear obra fotográfica en base a la investigación y análisis de  los femicidios en Chile, proponiendo en el acto de ofrendar, una visualidad en honor a la memoria de tantas mujeres asesinadas y violentadas.  Si bien la fotografía se entiende en la actualidad como una individualidad autoral, Ofrendas fotográficas contra el femicidio, abre la invitación a 9 autoras fotógrafas y fotógrafas/activistas/feministas, para trabajar junto a las creadoras del proyecto, en una construcción colectiva eminentemente activista y con visión de género.

 

Las fotógrafas invitadas:  Marcela Bruna, Zaida González, Mariana Gallardo, Sumiko Muray, Pía Acuña, Kena Lorenzini, Ximena Riffo, Jocelyn Rodríguez, Macarena Peñaloza, junto a Gabriela Rivera y Andrea Herrera, generaron en sus trabajos una visión disruptiva del término femicidio y un análisis crítico en torno a ciertos esencialismos que rodean  la re-presentación de las mujeres. Contaron para el proceso de obra con la asesoría de Mane Adaro y en su inicio, un taller especial de intervención callejera realizado por la artista Oriana Elicabe (Argentina),  integrante del Colectivo Activista TAF! (España).

 

Durante el tiempo que duró el proyecto, entre creación de obra, exposiciones, actividades e intervenciones, varias interrogantes fueron surgiendo que llevaron a cuestionar no solamente el marco legal de los femicidios -su residuo simbólico- sino que asimismo, interrogar los cruces entre una memoria social  -que permite que los asesinatos de mujeres hagan parte de un relato naturalizado- y el estado actual de una estética hegemónica, de producción individualista.  Una estética del mundo del arte, subyugada a los principios de rendimiento y producción de capital. Por esta razón es que creo fundamental destacar algunos hitos post-proyecto relacionados a la expansión que hacen del término femicidio, pero sobre todo al factor de su energía colectiva y el aporte a un medio fotográfico chileno mayoritariamente tradicional.

 

 

  1. El Femicidio como concepto reduccionista

 

El término femicidio es entendido en Chile como un neologismo subordinado al espacio de las relaciones afectivas y ejecutado por una mente celópata. Su terminología está enmarcada para ser legislada en los asesinatos ocurridos al interior del matrimonio (la pareja, la ex pareja). Sin embargo, lentamente se ha ido comprendiendo su limitación en términos legales como simbólicos, que corresponde  al día de hoy, a la escasa justicia  con la historia de las violencias en contra de las mujeres,  puesto que  concluye como un término patriarcal cuando únicamente  es revisado a modo  de celos y consecuencias.

 

Como punto significativo, en el año 2015 el proyecto Ofrendas fotográficas contra el femicidio intenta asumir una construcción de obra crítica, analizando por medio de la fotografía la violencia simbólica. En este momento y en correlato a los diversos grupos feministas activistas, los proyectos  de las autoras revelan el femicidio como una cadena de contextos históricos y colonizantes sobre el cuerpo de las mujeres. Se atreven a salir  del marco para abordar esta violencia desde un análisis disidente, desentramando la violencia culturalmente naturalizada e implantada; comprendiendo los controles institucionales y fácticos que por siglos se han efectuado (brutal y sutilmente) sobre los cuerpos de las mujeres.

 

Por lo tanto,  dentro  del proyecto el femicidio es abordado  como un asunto  global y específico, de macro y microhistorias políticas, de extensas  omisiones institucionales y culturales. así como de complejos anudamientos entre género, clase (Sanchez)[1] y raza.

Este punto es revelador, pues el análisis  crítico del grupo hacia el término  abrió un escenario de producción y actividades  extenso, que fue sintetizado en cuatro cuerpos de obra visibles: institucionalidad, medios de comunicación (publicidad, periodismo, tv.),  espacio doméstico e intervenciones activistas. Subrayando que  todas estas categorías se encuentran en un mismo plano; enlazadas y fraccionadas.

 

 

  1. Construirse como sujetos

 

Si entendemos las prácticas artísticas /activistas/feministas como resistencia a un mundo neoliberal-patriarcal, es que desde esta resistencia se construyen identidades. Ana Martínez-Collado, teórica española, justamente reflexiona sobre lo discutible de la representación y el desmantelamiento de conceptos esencialistas hacia la mujer por parte de las prácticas teóricas y artísticas feministas de los años 70; en relación a la historización de la mujer, la realidad distópica de la modernización y la dificultad de construirse como  sujetos. Es decir,  el problema de la re-presentación no está centrado únicamente en la imagen; esta hace parte como vemos, de una compleja red de enunciados y usos políticos (palabra e imagen) en la construcción de los otros y otras, escondiendo un tejido ideológico a nivel  socio político, cultural, filosófico, económico, etc.

 

Los distintos grupos de mujeres artistas, feministas y activistas resisten desde sus estéticas a este control de poder globalizado:  sus desanudamientos incorporan entre otros, el factor socio y geopolítico.   Desde la fotografía, desde sus distintas localidades, tiempos, episodios y especificidades, para estas “otras” que son las mujeres,  tampoco esta batalla ha sido una excepción.  Apunto esto, porque el proyecto Ofrendas en honor a las mujeres asesinadas, se suma a una larga construcción de visibilidades, acciones y redes que profundizan acerca de los cambios necesarios por el fin de las  violencias (físicas y simbólicas). El proyecto se suma y hace inteligible el cuestionamiento a los esencialismos de las mujeres a partir de la visualidad fotográfica y el activismo,  pensando preferentemente  en un proceso visual  de obras, intervenciones callejeras y redes con grupos activistas más que en un modelo de formato único como creación.  Digamos, el valor del proyecto no está únicamente dirigido a ser una síntesis artística, sino que, un cuerpo que se construye  en la movilización. Ellas hilan un significado en los intercambios; investigan, discuten y analizan en colectivo el proceso de obra, intentando una dirección transversal.

 

De esta forma, las distintas obras incluyendo las intervenciones y mesas de conversación realizadas en regiones y localidades alejadas, agencian una corporalidad que promueve y da forma a una  identidad. Esta construcción desde lo visual y la acción, se suma a toda una movilización  de cuerpos que se construyen como identidades  visibles  en las manifestaciones en contra de la violencia hacia las mujeres ( por poner un ejemplo).  El proyecto como ejercicio colectivo y artístico/activista, se suma a toda una construcción de lenguajes, en oposición a la negación de las identidades que se construye desde las esferas misóginas y homofóbicas.

 

 

  1. Estéticas de resistencia

 

Las distintas obras y experiencias hacen parte de una estética de resistencia, en el sentido de que proponen revisar el concepto del femicidio contextualizando  su escenario a una violencia de género. También por proponer formas de relaciones basadas en el  intercambio alejándose de una rendición/producción creativa netamente individual. Las energías están dirigidas a un proceso que construye desde lo colectivo.  Este foco que asimismo es agudo y crítico, propuso repensar  la violencia provocada por el estado, las imágenes publicitarias, las crónicas  periodísticas, etc., abordando el tema del aborto,  la violación, los olvidos institucionales,  los asesinatos lesbofóbicos, los imaginarios visuales acerca de las mujeres: exasperantes y fetiches. Revisando y descomponiendo  en sus obras ciertos esencialismos que se dan en la esfera social hacia la mujer, la madre  y el hogar.

 

En la actualidad, en un tiempo en que la circulación de la fotografía es mayormente receptiva a los formalismos, la densidad y crítica  de las obras se erige desde el proceso, la abyección, el registro activista, la ironía, la crítica.  Desde este quehacer el proyecto desacomoda una oficialidad,  aportando una  reflexión vital sobre el significado de la muerte y violencia hacia  tantas mujeres.

 

 

Las obras:

 

Cultura de la violación de Andrea Herrera, rememora el caso de Gabriela Marín (habitante de San Fernando), quien fuera violada en el año 2011 y luego ante una serie de negligencias y abandonos de instituciones locales que debían protegerla, como la policía, el hospital y la fiscalía, termina quitándose la vida. Andrea indaga en el lenguaje asociativo y disociativo entre imagen/texto, para presentar justamente, las dicotomías de un discurso que se fundamenta en el abandono institucional y en su verticalidad,  un discurso enfocado en el prejuicio y la misoginia que  aflora en la esfera social como reacción consecutiva al acto de violación. (La mujer siempre es la culpable).

 

Dominio Público,  de Marcela Bruna, es una hibridación entre fotografía y vídeo, que intenta dar cuenta de la vulnerabilidad del derecho de la mujer a ejercer autodeterminación sobre su propio cuerpo. Específicamente esta inhabilidad está  relacionada con el tema de las leyes y el aborto. Marcela graba y fotografía la fachada del Palacio de la Moneda (el Palacio presidencial) para inscribir sobre esta imagen, la frase popularmente conocida:  “La Maté porque era mía”.

 

Flores de azúcar de Mariana Gallardo, explora los cruces simbólicos entre violencia e institución matrimonial, fotografiando con estética publicitaria el trabajo de una víctima real de violencia intrafamiliar dedicada terapéuticamente a la creación de tortas de novios y pasteles. (En un díptico fotográfico se da cuenta de un antes y un después). Aquí,   el polvo y los agentes naturales del tiempo  van gestando la ruina y la posible caída de la torta, produciendo  insospechadas metáforas sobre las relaciones institucionalizadas; sus códigos de  apariencia,  el silencio interior que las alberga,  las condiciones de supervivencia para muchas mujeres  y los esquemas que reproducen la violencia.

 

Trama Inconclusa de Jocelyn Rodriguez,  es una obra ejecutada a partir del tramado de material de archivo de periódicos nacionales e internacionales con ecografías impresas. La autora indaga en las historias de mujeres embarazadas asesinadas por sus parejas, y en cómo estas vivencias se distorsionan y “acallan” a partir de los estereotipos de género utilizados por los medios de comunicación. La acción de “tramar”  se refiere justamente a la doble condición del material: en un sentido está el tejido realizado con material de ecografías  y en otro está  la trama social como maquinación mediática ejercida en contra del género femenino.

 

Maternidades culposas de Gabriela Rivera, toma como referente casos de castigos en femicidios cometidos por parejas o ex -parejas no solo en contra de la mujer, sino también contra los hijos de la mujer o los suyos propios. Gabriela, en una memoria autobiográfica, se representa en las fotografías como madre rodeada de hijas, aludiendo al sentimiento culposo que la formación patriarcal en la sociedad infiere a la mujer exigiendo y recriminando sólo a ella como mujer en su rol de madre; olvidando y excusando  permanentemente  la figura del padre. Desde esta acusación social es que nace la frase: “Hasta una perra es mejor madre”, que la artista borda en bastidores con su propio cabello.

 

 Legítima defensa de Sumiko Muray, explora el nivel de violencia doméstica como una escalada inesperada dada por el acto de la defensa. De un modo crítico e irónico, ficcional y “real”, dado que los objetos fotografiados corresponden realmente a elementos utilizados por mujeres violentadas, la autora  re-construye escenas de estética criminalística, con una serie de objetos retratados en espacios fríos e higiénicos.

 

Doméstica de Macarena Peñaloza, es una serie que se compone de fotografías, registros de voces y postales. La autora investiga los cruces testimoniales de las mujeres de un hogar (madres e hija) que han sufrido violencia física. En esta obra está presente la necesidad de la sanación por medio del diálogo, en  oposición a los secretos familiares que en la cotidianidad se vuelven opresivos y tabúes.

 

Unos cuantos piquetitos de Zaida González, replica el cuadro homónimo de Frida Kahlo. En el cuadro como en la fotografía de la autora, la frase enuncia sarcásticamente el absurdo que minimiza la vida de una mujer. Llevado al contexto chileno, la autora alude a la agresión y asesinatos que son víctimas las personas de condición transexual, sea desde el espacio doméstico o público.

 

Memorial Instalación Femicidio de Kena Lorenzini, rinde homenaje a la escritora y académica feminista Guadalupe Santa Cruz, dedicándole la fotografía de la primera intervención callejera en Chile para visualizar el femicidio; actividad organizada por la Red Chilena contra la no violencia (17/1/2004). La fotografía en forma de cubo simboliza el entendimiento que así como el cubo de medidas exactas no permite relatividad, lo mismo acontece con el femicidio; factor que no puede ser relativizado excusándose como enfermedad, problemas de alcohol, celos o circunstancias económicas.

 

Lesbofobia de Ximena Riffo, es un registro de distintas actividades realizadas en honor a Mónica Briones Puccio, quien fuera asesinada en Santiago de Chile en el año 1984 por su condición lésbica. Una de estas actividades fomentadas para el proyecto por Ximena, es un besatón/performance masivo.

 

3 veces Stephanía de Pía Acuña,  es una intervención en solitario que rememora a  Stephanía Morales, joven madre quien fuera tres veces atropellada y finalmente asesinada por su ex pareja en el desierto de Atacama. La serie de fotografías registra fragmentos del paisaje desértico y detalles simbólicos que celebran su recuerdo

 

Bibliografía: Ana Martínez-Collado. En Tendenci@s. Perspectivas feministas en el arte actual, Cendeac: Murcia, p. 69

 

Pie de fotos obras:

 

Marcela Bruna, Dominio público, vídeo, fotografía, 2015

Andrea Herrera, Cultura de la violación, fotografías, entrevista, 2015

Ximena Riffo, Lesbofobia, fotografías, 2015

Sumiko Muray, Legítima defensa, tipologías de las armas en el hogar, fotografías, 2015.

Gabriela Rivera, Maternidades culposas, fotografías y bordados con cabello humano, 2015.

Zaida González,  Por unos piquetitos, fotografía, 2015

Macarena Peñaloza, Doméstica,fotografías, 2015

Mariana Gallardo, Flores de azúcar, fotografías, vídeo, 2015

Kena Lorenzini, Memorial Instalación Femicidio,  2004

Jocelyn Rodriguez, Trama Inconclusa, recorte de periódico, ecografía, 2015

 

 

Fotografías de acciones callejeras:

 

Ciudad de Concepción y ciudad de Curicó, Chile

 

 

FB: https://www.facebook.com/OfrendasFotograficas/?fref=ts

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Cecilia Sánchez. Aparición de las otras en la escena de la polis. Los archivos del feminismo de Julieta Kirkwood.

[1] Curadora, editora revista ATLAS, Chile. http://atlasiv.com/